Siempre regreso feliz de mis viajes, porque vuelvo; y triste, porque regreso. Después los guardo en este escondite; para que no se pierdan, para que nunca terminen.

viernes, 31 de agosto de 2012

La colilla del adiós


Nunca tengo claro cuándo finalizan mis viajes. En ocasiones terminan al apagar el motor de Áuryn cuando llegamos al garaje. A veces sucede cuando enfilo la vuelta a casa, aunque aún falten muchos kilómetros por recorrer. O cuando termino de ordenar las fotos, o al escribir el punto final de una crónica... Casi podría asegurar que cada viaje termina en un momento distinto.






Todavía no he regresado de mi último viaje, pero hace días que ya ha terminado. No fue cuando, con un abrazo, me despedí de Juan en el norte de Dinamarca al descender del ferry que nos devolvió de Islandia, no.
No fue cuando, en Noruega, la brújula de mi motocicleta señalaba el Sur por primera vez en el ultimo mes, no.
Ni al descargar las cuatro mil fotografías, ni cuando escriba algún relato, si lo hago, ni cuando aparque la moto y la descargue de sus pesadas y polvorientas maletas.






El calor apretaba en la ciudad condal aunque, yo, estaba en la gloria. Ese día me quedaban por recorrer más de ochocientos kilómetros a pesar de que ya eran las siete de la tarde. Pero cualquier excusa era buena para retrasar la salida.
De repente, sin quererlo, mi boca pronunció: “cuando termines de fumar ese cigarrillo me voy”.

Y mientras aquel cigarro se iba transformando en colilla, se iban apagando tres jornadas de magia... como la de aquella carta de corazones, como la melodía que despedía aquel saxo... tres días de risas, de sonrisas, de paseos, de fuentes, ¡ay, las fuentes!, de mojitos, de "robos", de chipirones inventados, de momos, de fotografías de un pie, de cenicientas...









Pero, finalmente, el cigarro se apagó y arranqué mi moto. Con el ruido del motor se hizo el silencio. Observé con desprecio aquella colilla, la colilla del adiós... podríamos hacer como si nos fuéramos a ver mañana, le dije, aunque sea mentira...
Sonreí y me fui. 


Y al irme me di cuenta, de que mi viaje había terminado.
O tal vez no.


6 comentarios:

  1. ¿No has sentido alguna vez que un viaje se va acabando poco a poco, como una vela que va consumiendo todo su pábilo, en la misma proporción en la que te crece por dentro cierto tipo de melancolía?

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    1. Claro que sí, pero en esta ocasión fue de golpe, casi una semana antes de llegar a casa, cuando aún me quedaban 2000 kilómetros por recorrer... ¡ay!

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  2. Y contra más te acercas a casa haces más parada como queriendo alargar el viaje artificialmente. E incluso si tienes tiempo hacer una pernoctación de más que no tenías pensada , aún estando a 1 hora de casa. Vssssssssss calvooooooooo

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  3. eres un crack McBauman, como te vea en la Raiders te secuestro un rato... pa tomar una cervecita.

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