Algunos domingos madrugo, me asomo a la ventana y compruebo que sigue lloviendo.
Sonriendo arranco mi motocicleta y enfilo mi silenciosa, brillante y gris calle. Me dan ganas de tocar la bocina y los timbres de todos los portales por los que paso para desear los buenos días a todos los vecinos... pero casi nunca lo hago.
Me encanta conducir cuando llueve, cuando mi destino no es otro sino ninguno.
Voy cantando, a veces de pie, en ocasiones bailando. Busco mi sombra en el asfalto y encuentro mi reflejo en los charcos. El reflejo de un tipo que canta bajo la lluvia, que se ríe de los chaparrones, que salta en los charcos... que no deja de sonreír a pesar de las borrascas.
Entre canción y canción, entre charco y charco, pienso fugazmente en los que todavía no saben que ya es domingo. En los que aún no saben que está diluviando. En los que no sospechan que también se puede conducir y disfrutar con el mal tiempo, escuchando el silencio de una madrugada de domingo, disfrutando del sonido que producen las gotas de lluvia al golpear mi casco, riéndome de los que se ríen de mí pensando que estoy loco... Qué vacías quedan las casas cuando quedan llenas de gente que no imagina lo que está pasando fuera.
Luego, ya de vuelta, en ocasiones ha dejado de llover. Pero a mí me da lo mismo. Yo sigo cantando, bailando, sonriendo... bajo la lluvia.
Aunque ya no llueva.
A Julio Villar y al hada que me envió el mensaje ;-)