Siempre regreso feliz de mis viajes, porque vuelvo; y triste, porque regreso. Después los guardo en este escondite; para que no se pierdan, para que nunca terminen.

jueves, 24 de agosto de 2017

Algo de algo

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Algo de algo… con eso me conformo.

Este mes de agosto me he dedicado a viajar leyendo los viajes de los demás. Me he tragado alguno de los peores libros de viajes en moto (y mira que los hay malos), me he reído con alguna diva que nunca será lo que cree ser (y mira que sabe que lo sabemos) y he disfrutado con muchas fotografías, con algunos vídeos, con ciertos relatos de muchos amigos viajeros.

Y viajando a través de ellos me doy cuenta de que a mí me gustaría ver todos los lugares de todo el mundo. 
Conocer a toda la gente. 
Visitar todos los rincones, fotografiar todos los secretos, perderme en todos los cruces, silbar en todos las caminos, bailar en todas las fronteras, llorar en todos los atardeceres, llamarte desde todas las cabinas….




Pero sé que no me va a dar tiempo. 
Viajar en moto nos brinda tantas posibilidades que cuanto más viajo, me doy cuenta de que más cosas me quedan por ver.

Yo he estado en Kenia, pero no he llegado a Mombasa; he viajado por Japón y no he visto Hokkaido; he ido hasta Rusia, pero no hasta Vladivostok; me he perdido en Noruega, pero me he perdido las Lofoten, he cantado en Italia, pero no he pisado Cerdeña… y así podría seguir con todos mis viajes, mis incompletos viajes.

Aunque, siendo sincero, tampoco puedo decir que no haya visto nada de ningún sitio.
Cerca del Kilimanjaro, me ayudó una hechicera masai; en el Fuji, bailé con un grupo de chinas; más allá del círculo polar ártico, conocí a un hombre bueno; en las faldas del Etna, canté a voz en grito camino a Malta… pequeños detalles que quedan en mis maletas. Algo de algunos lugares.

A todo de todo, no me da tiempo.
Nada de nada, no entra en mis planes.
Sí, como viajero incompleto que soy, doy gracias por poder conformarme con algo de algo…






(Publicado en Motoviajeros.net en agosto de 2017)






martes, 8 de agosto de 2017

Doscientos gramos

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La consistencia es la consistencia.

En Japón, me enfrentaba al tema culinario sin ningún tipo de temor. Me encanta la comida japonesa, al menos la de los restaurantes japoneses españoles. Ahora habría que ver qué sucedía con la comida japonesa de los restaurantes japoneses de Japón.
Pero como a mí me gusta comer de todo; es más, a mí me gusta probar de todo, estaba tan contento.



Y así, día tras día, en restaurantes (japoneses), en centros comerciales, en puestos callejeros, en hoteles, en los 7 eleven o donde tocara llenar el buche, sentía el desafío gastronómico nipón, sin darme mucha importancia, todo sea dicho.
Iban transcurriendo los platos de arroz, de soja, de tempura, sushi, fritanga de calamares… de carne de Kobe también, de fideos nipones también, de kareraisu, de natto… y montones de dorayakis que me volvían loco… 




Pero un día, cuando me sirvieron la comida, cogí los palillos y me sentí triste. La comida estaba siendo exquisita, no había renunciado a comer ningún plato pero… todo está muy suelto en el plato, todo se presenta demasiado troceado en Japón, en pedacitos… y la consistencia es la consistencia. Yo empezaba a sentir la necesidad de comer algo más sólido, sentía la llamada del cuchillo y tenedor, necesitaba mirar frente a frente a un pedazo grande de pescado o carne.




Una noche, en las cabañas de Wada (un ilustre y muy humilde motero japonés) nos invitó a cenar a Yuki y a mí. La velada, escuchando mil historias de viajes japoneses mientras observaba cómo la luna llena jugaba con la silueta del monte Fuji, estaba siendo de las que probablemente recuerde durante muchos años. Entonces, mis contertulios se interesaron por mi opinión sobre la comida nipona. -Vamos a llevarnos bien- contesté- la consistencia es la consistencia y en los fogones nipones, de eso hay poco.
Se rieron porque ellos conocían perfectamente la solución a mis problemas. Hay una cadena de restaurantes, cuyo nombre he conseguido olvidar, que pueden preparar carne de cualquier tamaño, de cualquier peso. Basta con elegir de entre la carne de su extensa carta y no hay problema en disfrutar platos de hasta doscientos gramos de carne… ¡¡¡DOSCIENTOS GRAMOS!!!


Por mis mejillas cayeron varias lágrimas bastante de repente. Algunas por las carcajadas que se me escaparon, otras porque me acordaba de los txuletones de kilo que comemos por mi tierra, con hueso, claro; con cuchillo de sierra, por descontado; con consistencia, por supuesto.




(Publicado en Motoviajeros.net en julio de 2017)