Escribo estas líneas al pie de las colinas Ngong.
La vida parece tranquila en Kenia.
Ayer pasé mucha vergüenza. Un grupo de españoles,
disfrazados de De la Quadra Salcedo no paraban de dar la nota a voz en grito
con chistes malísimos. Ni abrí la boca, porque si hablo en castellano, me
pillan. Y si hablo en inglés, me pillan también.
En el aeropuerto de Nairobi tuve un pequeño desencuentro
porque me querían cobrar un impuesto de importación de casco y ruedas. Intenté
explicar que si blablablá e incluso que blablablá y terminé en una oficina más
grande, con tres señoritas muy negras, muy gordas y muy sonrientes. Pero que me
querían cobrar.
Les pedí que me dejaran salir porque fuera me esperaba un
contacto local. Salí. No me dejaban volver a entrar.
Al final entré. Como ellas sonreían mucho, como las que
salen en los vídeos de Charly Sinewan, yo hice lo propio e insistí.
Las tretas de Charly siempre funcionan.
Ya fuera, con mi dinero, mis ruedas, mi casco y mi contacto,
fui al servicio a hacer aguas menores.
Al salir estaba mi dinero, pero ni mis ruedas, ni mi casco,
ni mi contacto. Empezamos bien, me acaban de dejar con lo puesto a las 4 de la
mañana en el aeropuerto de Nairobi. Salgo corriendo para cualquier lado y
finalmente vuelvo. Allí está mi contacto esperándome en el coche con todo lo
demás. Me está bien, por malpensado.
En el coche escucha una emisora de radio china aunque
reconoce que no entiende ni jota.
Empieza a llover.
Llegamos a un famoso hospedaje entre viajeros que no voy a
recomendar ni loco.
Me esperan algunas sorpresas.
Ni rastro de Karen.
Mola escribir esto, aquí, al pie de las colinas Ngong…
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