Algunos días los pasaba entre arrozales y semáforos.
Porque en Japón, en cuanto hay ocasión siembran arroz; en
cuanto hay un cruce plantan un semáforo.
Y van pasando los días y los kilómetros.
Ruedo sin ruido rodeado de gente tan humana, educada, civilizada
y respetuosa como no he visto nunca, en ningún otro lugar. Tanta tranquilidad y
armonía, confieren al viajero la posibilidad de recorrer el país en verdadera paz.
Algunos días, quiero llegar a algún destino concreto para
ver algo, de lo que me he enterado, que ha llamado mi atención.
Pero los días de los arrozales, voy verdaderamente sin
rumbo. En cada cruce, en cada semáforo, decido si por aquí o por allí.
Y como no voy a ningún sitio, no me equivoco nunca.
Entre tanta decisión, en un cruce me encuentro frente al mar
del Japón. En la otra orilla Corea del Sur. Mar bravo. Recuerdo haber leído
acerca de unas montañas nevadas que se encuentran en el centro de Honshü, así
que hoy tiro hacia el norte, hacia las montañas nevadas.
Desde Europa, de vez en cuando, me llega algún mensaje
recriminatorio por haber pasado por tal o cual lugar y no haber visto tal o
cual cosa imperdonable. –Pero, ¿qué es lo que estás haciendo?- me preguntan.
Probablemente no vuelva muchas veces por Japón, así que aprovecho
para rodar por estas carreteras
en paz, disfrutando de la tranquilidad y
armonía del país.
Entre arrozales y semáforos.
Un viaje que será inolvidable por unos lugares para muchos inalcanzables.Y tener la suerte de poder leer a alguien que nos los describe como tú.Sigue disfrutando de arrozales y.... semáforos.
ResponderEliminarHaces muy bien en viajar contigo y no con cada uno de los que tenemos opinión
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