Te la encuentras según llegas. O según sales, claro, depende.
No se sabe muy bien si la diseñó Eiffel o uno de sus discípulos pero, la cosa es que, si te fijas, aquella antigua estación de ferrocarril, tiene su encanto… perfecta fusión arquitectónica de hierro, cristal y ladrillo.
Aquel día entramos en el salón de su casa y notamos una presencia extraña… como si nos estuvieran observando…
En una de las paredes, lucía, olvidado, un cuadro de aquella estación, consecuencia de un encargo.
O de un regalo, no sé bien.
En la pintura se reflejaba perfectamente cada rasgo de la estación; incluso sus imperfecciones. Reflejaba tanto realismo que parecía tuviera vida propia.
Hiciera lo que hiciera, hablara de lo que hablara, se me iba la mirada hacia el cuadro omnipresente.
Finalmente, casi asustado por aquella presencia, me fui.
Días más tarde, al arrancar mi moto y abandonar la ciudad, pasé por delante de la estación y no pude por menos que parar y hacer una fotografía.
Después de todo, aquel cuadro de la antigua estación de ferrocarril de Almería… tenía su encanto.
¡Aupa Atleti! y que cuándo venís.
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