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Un día de otoño no pude salir en moto.
Así que tiré de pluma y moleskine y me dediqué a anotar. A anotar cambios. Sí, el otoño siempre ha sido época de cambios.
Cambios buenos, cambios tristes, cambios alegres, cambios necesarios, cambios eternos.
El primer cambio que anoté me hizo sonreír. Pura anécdota. Anoté un 200, que son los miles de kilómetros a los que llegaría mi pequeña moto. Nunca había hecho tantos kilómetros con la misma motocicleta. Pasaron por mi mente tantos cruces, tantas risas, tantas fronteras, tantos recuerdos… cuatro años y medio ya de aquellos días en los que Marta no quería comprarla. Y ahora no quiere venderla. Lo que cambian las cosas.
El segundo cambio me hizo dudar. A mí no me gusta ir a los Grandes Premios. En mi vida había estado solamente en dos, en Brno con Miquel Silvestre un año que me invitó y me pilló volviendo de los Cárpatos y en otra ocasión en Le Mans, cuando un domingo de madrugada vi la publicidad al pasar por París y pensé que si corría un poco, aún llegaba. Por eso cuando me invitaron a ir a Cheste, dudé. Pero el plan era tan interesante que me vi obligado a aceptar. El barrizal de las Bardenas, la hospitalidad de Repsol, los secretos de la FIM, los cotilleos del paddock, la calabaza de La Pepica, la lluvia en las barreras de neumáticos usados… me apunte Vd para volver el año que viene, haga el favor, que prometo portarme mejor.
Hablando de neumáticos, después de muchísimos kilómetros, también anoté un cambio de marca. Un malentendido me llevó de Alemania a Australia. Muy contento estaba antes, bien contento estoy ahora.
Anoté un feliz cambio laboral (sí, yo también trabajo, que hay que pagar la gasolina); anoté un cambio para los próximos viajes (volvemos a las andadas, jeje) y anoté un cambio para la próxima vez que te lo cuente.
Y puestos a anotar, decidí cambiar más, mucho más. Todo lo incorrecto, todo lo que me moleste aunque no se vea en la foto, todo lo que pueda estar mejor, todo lo que se deba cambiar, aunque pareciera eterno.
Y estando entretenido con lo feliz que voy a ser con tantos cambios vi pasar a un antiguo motorista que acaba de comprar un coche de segunda mano. Viene del lugar donde nunca es primavera, va hacia el lugar donde las personas están solas. Escondido tras las ventanillas de su coche, se pasea altivo y no saluda a nadie .
No quiere darse cuenta de que, en realidad, nadie le saluda a él.
Con tanto ruido, cerré el cuadernillo de los cambios.
Hay personas que nunca cambian y hay cambios demasiado tristes.
Incluso para un día de otoño.
Publicado en Motoviajeros, diciembre de 2018