Siempre regreso feliz de mis viajes, porque vuelvo; y triste, porque regreso. Después los guardo en este escondite; para que no se pierdan, para que nunca terminen.

martes, 10 de octubre de 2017

Joven caballero en un paisaje


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Mis amigos arrancaron las motos y siguieron su viaje, así que, con una pausada sonrisa, regresé a mi habitación. Como me apetecía estar solo un rato, pedí que me subieran el desayuno.
Resultó ser sencillo, pero suficiente. Además, no le faltaba detalle: El café servido en una curiosa taza de porcelana, que hacía juego con la servilleta, que lucía un minucioso bordado. En el centro de la mesita, junto a los bollos de pan, aún calientes, un ramillete de flores del jardín. No era un hotel caro, no, era un hotel detallista. En él se podía apreciar el valor de las cosas sencillas, pero cuidadas y dispuestas con mimo. 
La tarde anterior, todo ese detalle me pasó desapercibido.

El sol atacaba tenuemente la ventana, con esa fuerza que tiene su luz cuando no hace demasiado  rato que ha asomado. Jugaba a colores y sombras con los envoltorios de las “frutas de Aragón” que había dispersas por la mesa. 
Sonaba una habanera.




Casualmente leí una cita de Anne France Dautheville con la que me sentí tristemente identificado: “He visto demasiadas cosas demasiado rápido, he tocado todo y no he comprendido nada…”
Pensativo me quedé mirando la piscina, rodeada de hojas secas. A mi “dragoncito” siempre le gusta que haya piscina… sí, siempre que lo vemos, nos gusta un hotelito así.




Volví a la cita… en ocasiones no es tan importante hacer algo, sino cómo se hace. Con los viajes, generalmente, sucede lo mismo. Puede que no sea tan importante llegar o ir hasta tal o cual lugar. Puede que lo mágico esté en cómo se llega hasta allí, en apreciar cada taza de porcelana, cada flor o cada hoja seca llena de colores. La moda de ser el primero en hacerlo, además, carece de importancia. Se trata de viajar con alma, esa es la cosa.

Aunque viajando he disfrutado muchísimo, quizás todo haya sido mentira. Quizás sea el momento de hacer cambios.




Entonces me llegó el mensaje de un amigo con el que comparto la visión de los viajes, la pasión por la escritura y el interés por las cosas bien hechas. Me advierte que en las montañas también hay faros y me sirve para recordarme que soy guardián de faros y que tengo muchos repartidos por todo el mundo. Debería cuidar de todos… ya veré cómo lo hago.




Ya es media mañana. Recojo las maletas, me pongo la chaqueta para que ocupe menos y con el casco en la mano bajo a recepción. Albita, la simpática perrita me anuncia que acaba de llegar el taxi.
Cuando ya iba a abrir la puerta me doy cuenta de que casi me olvido de preguntar por la taza de porcelana.
-¡Ah!, ¿te ha gustado?. Se trata de una colección realizada por una diseñadora japonesa que se inspiró en la obra “Joven caballero en un paisaje”. No todo el mundo se fija en el detalle, nos alegramos de que lo apreciaras.
Devolví la sonrisa de agradecimiento y me marché. 

Debí haberlo imaginado antes, después de todo, era un hotelito así.

(Publicado en Motoviajeros.net en octubre de 2017)

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