Siempre regreso feliz de mis viajes, porque vuelvo; y triste, porque regreso. Después los guardo en este escondite; para que no se pierdan, para que nunca terminen.

miércoles, 19 de agosto de 2015

La leyenda del dragón de los viajes

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Te cuento este cuento desde orillas del mar Caspio, ahora que el dragoncito se ha dormido.

Cuenta la leyenda que todo el mundo tiene un dragón en su interior. Algunos más grandes e inquietos, otros más pequeños y tranquilos.
El mío, más bien pequeño, lo tengo engañado diez u once meses al año, pero cuando despierta… ay, cuando despierta.
Cuando el dragón despierta no se satisface hasta llevarte por el camino de las penurias. Te obligará a viajar lejos, a pasar calor, a pasar frío, a mojarte, a conducir por carreteras inexistentes o por autopistas inacabables… al dragón le gusta que tardes más de la cuenta en encontrar un lugar donde dormir, que algunos cobijos sean caros y malos, que otros sean baratos y muy malos. Te hará entrar en servicios en los que descubrirás olores que no creyeras que existieran, te hará descubrir sabores que nunca pensaras pudieras probar. Te hará conducir polvoriento y sudado por carreteras cuyas normas crees desconocer, pues no se parecen a las que tú antes has conocido.
Si hay problemas en alguna frontera, disfruta; si parece que nadie conozca idioma conocido, disfruta; si aparecen policías corruptos con ansias de agrandar su corrupción, disfruta, disfruta
y disfruta.

Al dragón le gustará que pases sed, que te duela el cuello y que te crujan las rodillas.
Que hagas maletas, que deshagas maletas, que hagas maletas, que deshagas maletas… toooodos los días…
Que tengas que madrugar, que te acuestes tarde, que te pique una avispa, que se te queme la nariz, que eches de menos a tu gente…

Pero llega un día, como hoy en Bakú, en el que el dragoncito se sienta, cruza sus patitas, apoya la cabeza sobre ellas, deja de echar humo y poco a poco va cerrando los ojos.
Y entonces ya vuelves a sonreír.

O tal vez fuera al revés, que llega un día, como hoy en Bakú, en el que sonríes y entonces ya, el dragón se echa a dormir durante unos cuantos meses más.





Gracias Iñaki, por el desayuno que originó este cuento ;-)

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