Siempre regreso feliz de mis viajes, porque vuelvo; y triste, porque regreso. Después los guardo en este escondite; para que no se pierdan, para que nunca terminen.

martes, 26 de enero de 2010

Nunca caminarás solo




En aquel lugar sin nombre al norte de Inglaterra, Peter, Rupert y un servidor cantábamos a voz en grito el “you´ll never walk alone” que los aficionados del Liverpool han adoptado como himno. Era nuestra manera particular de sellar una amistad que había nacido pocas horas antes al refugio de unas pintas de cerveza.
Había sido un día lleno de emociones. A poco de pasar Carlise me esperaba una más: “El Muro de Adriano”. Lo construyeron hace siglos los romanos, por orden del emperador Adriano, con la intención de separar los territorios conquistados de aquellos otros más al norte (más o menos la actual Escocia) habitados por hadas y duendes, gobernados por Merlín. Desde una costa hasta la otra, desde Carlise a Newcastle. Sus restos son hoy Patrimonio de la Humanidad según la UNESCO. Es emocionante recorrer parte de la verde campiña inglesa junto a lo que queda del histórico Muro. Paré en uno de los 14 fuertes que se construyeron a lo largo del mismo para hacer una llamada que finalmente no realicé. A veces es mejor ser prudente. Y empezó a llover. Bueno, al fin y al cabo estoy en Inglaterra. Arranqué la moto en pos de algún alojamiento y encontré un bed & breakfast en medio de la nada. Allí se encontraban dos parroquianos que acuden a tomar sus cervezas 365 días al año. Por un día, yo pedí la mía. Se interesaron por mi viaje y me invitaron a otra. Les enseñé la moto y me invitaron a otra. Les hablé de Ibiza y me invitaron a otra. Entre risas y anécdotas perdí la cuenta. Cuando nos íbamos a despedir me pidieron que tuviera mucho cuidado con la carretera durante el resto del viaje, be careful my friend. Claro, les dije, no os olvidaré. Y empezaron a cantar. Y empezamos a cantar. A voz en grito.



El Gruppetto de Calabria me escuchaba atentamente cuando contaba esta historia en la agradable terraza del restaurante Es Cucó, donde nuestros anfitriones, Cati y Miguel, se encargaban, con mimo, de que no faltara detalle. El Gruppetto surgió en un semáforo cualquiera de Denia. Antes de ponerse rojo algunos aceleraron. Otros decidieron esperar. O te vas o esperas, no hay más. Decidir esperar es una filosofía que unió al grupo para el resto del viaje y para muchos más.
Fue el simpático Luca, quien regenta con maestría il vecchio molino (el mejor restaurante italiano de la isla) quien habló de su Calabria natal como destino de algún viaje. Será difícil pero ojalá. Y aunque puede que nunca lleguemos a ir a la casa de Luca, de vez en cuando nos reunimos y lo discutimos. Y mientras tanto, comemos, cenamos o visitamos islas cercanas a la nuestra, con la filosofía de aquel semáforo en ambar.
El sábado pasado, cuando arrancaba mi moto y me despedía de mis amigos del Gruppetto de Calabria, en la soledad de mi casco, inconscientemente, me puse a tararear una canción: Nunca caminarás solo.
Con amigos así, será difícil.

1 comentario:

  1. genio y figura
    estes donde estes,para mí siempre seras el sultan de ibiza



    charly gs

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