Siempre regreso feliz de mis viajes, porque vuelvo; y triste, porque regreso. Después los guardo en este escondite; para que no se pierdan, para que nunca terminen.

lunes, 7 de diciembre de 2009

La Camarera de la Reina





En ocasiones lo que está no se ve; lo que se ve... no está


Algunas noches tengo la impresión de que sigue estando ahí. Me parece que sigo escuchando su ruido, que huelo su olor. En ocasiones me asomo a la ventana y veo que no que, aunque me lo parezca, ya no llueve. Algunas noches tengo la impresión de seguir estando en Irlanda…
Aquella isla me recibió de manera cruel. Durante muchos kilómetros (perdón, millas) a lo largo de Inglaterra, Gales y Escocia había predominado el sol. Pero no fue así en Irlanda. Me dirijo hacia el norte. Quiero ver la famosa “Calzada del Gigante” que otrora uniera Antrim (Irlanda del Norte) con la isla escocesa de Staffa. Fue construida gracias a la rivalidad entre dos gigantes, Finn MacCool y Benandonner, aunque pudiera parecer que fueran columnas de basalto hexagonales fruto de una erupción volcánica que tuviera lugar hace miles de años.





Después enfilé hacia el sur. Y empezó a llover de verdad. Era mi intención visitar el conjunto megalítico de Beaghmore, que sabía estaba de camino a Galway. Yo sabía que estaba ahí, pero no lo veía. Y buscaba y daba la vuelta y miraba bien en todos los cruces. Pero no lo veía. Y sabía que estaba ahí…

Más tarde quise llegar hasta el monasterio de Clonmacnoise. Tenía mucho interés en verlo. Seguro que estaba ahí. Y buscaba y daba la vuelta y miraba bien en todos los cruces. Pero no lo veía. Y tenía que estar ahí… seguro.

Y lo mismo me hizo Irlanda con el dolmen de Poulnabrone. Casi podía olerlo, pero no pude verlo.





Cien kilómetros antes de llegar a Galway dejó de llover. Comenzó a granizar. Bueno, si hubiera preferido sol podía haberme ido a la costa de Almería así que no podía quejarme. Tampoco hubiera servido de mucho. Decliné la idea de visitar los acantilados de Moher. Llegué a Galway mientras seguía granizando. En la entrada había un hotel. Entré sin ningún miramiento. Creo que todavía están secando el charco que formé en la recepción. Por la noche, abatido, fui a buscar el mejor fish & chips de Irlanda, en Mc Donagh´s. Me confundo y entro en una hamburguesería de fama mundial y parecido nombre. Algo me está saliendo mal en Irlanda. Estoy al lado de todo y no veo nada. Apesadumbrado encuentro un pub: “The Queen”. Entro. Hay música en directo. Me quedo. Saludo a unas señoritas que hablan el idioma patrio. Me mandan a hacer gárgaras en el mismo idioma. Cuando me voy a dar cabezazos contra la barra por tanta contrariedad, me fijo en ella: al otro lado hay una señorita que, agraciada por la madre Natura, me ofrece una maravillosa sonrisa. Me la quedo y le cuento mis penas. Me invita a un whiskey. Acepto. La banda interpreta una versión del With or Without You de U2. Le digo que de las dos opciones “prefiero la misma que tú”. Seguramente dejó de llover en Irlanda entera.





Cuando me desperté, al día siguiente, llovía débilmente. Cuando monté en la moto llovía con fuerza. Me fui. Ya no buscaba menhires ni dólmenes. Ya no me importaba que el cielo siguiera cayendo sobre mi casco. Y sin esperarlo Irlanda me ofreció un guiño. Allí apareció el monasterio de Clonmacnoise.




Y dejó de llover. Me empapé con las ruinas de una catedral, siete iglesias, dos torres redondas, tres cruceiros y la mayor colección de lápidas funerarias de la primera era cristiana de Europa Occidental. Arcos decorados con dragones, con cascos de vikingo... y un montón de cruces celtas. Todo en un montículo, junto al río Shannon. Y cuando volvió a llover arranqué la moto y, sonriendo, me fui de Irlanda.
Aunque algunas noches tengo la impresión de que sigue estando ahí, aunque no la vea, aunque ya no llueva.


5 comentarios:

  1. Conviertes los viajes en poesía.

    Un abrazo. Keito, Mónica...y lo que venga.

    ResponderEliminar
  2. No sólo es poeta la mano que lo escribe, también lo es el ojo que lo lee
    Un abrazo para los tres (bueno, uno para cada uno, es decir tres para los tres. Bueno, eso)

    ResponderEliminar
  3. Tremendo... cuanto más leo las crónicas de tus viajes más aprendo de ellos. En los sitios que ya he estado, vuelvo a vivirlos y en los que no... es como si los hubiera vivido... Gracias por compartir esos momentos con nosotros

    ResponderEliminar