Siempre regreso feliz de mis viajes, porque vuelvo; y triste, porque regreso. Después los guardo en este escondite; para que no se pierdan, para que nunca terminen.

martes, 26 de junio de 2012

Momentos evocadores






En ocasiones, en algunas ocasiones, recibo algún mensaje de alguien que pasando por algún lugar o al vivir alguna situación peculiar, se ha acordado de algún capítulo de los que, con mayor o menor fortuna, "escondo" por aquí.

No me sorprende cuando se trata de algún amigo mío. Yo sé que aparezco por su memoria, junto a mis ancestros, cada vez que se ven envueltos en algún "por aquí no era" o siempre que sus señoras llegan a casa con un perfume de varón. Ah, se siente.

Pero, en otras ocasiones, se trata de gente a la que no conozco personalmente. Y me cuentan que tal o cual relato les ha inspirado para ir a conocer alguna carretera o cualquier otro rincón más o menos recordado por mí... me sorprenden con que tal o cual fotografía les ha impulsado para hacer ellos otra parecida (generalmente más chula que la mía)... o me atiborran a preguntas sobre qué llevaba puesto en tal o cual viaje (todavía aguantan las botas, Javi).

Por mi buzón de correo han pasado gasolineras, atardeceres, señales de tráfico, trajes, islas, acantilados, flores, túneles, puentes, cabos, faros, sombras, gafas de espejo, charcos, cruces, espejos, camareras, tartas de frambuesa, pegatinas, risas, mezquitas, puertos alpinos, hoteles, rutas, expresiones y mojones.

Y cada vez que llega alguno de estos mensajes con algún momento evocado por este humilde escribiente, fluye la inspiración e imagino otras fotografías en otros kilómetros...

Por eso, en ocasiones, en algunas ocasiones, cuando recibo algún mensaje de alguien que pasando por algún lugar o al vivir alguna situación peculiar, se ha acordado de algún capítulo de los que, con mayor o menor fortuna, "escondo" por aquí, sonrío...

... porque la evocación de los momentos evocadores, mola.




miércoles, 20 de junio de 2012

Mis neumáticos de asfalto







Es dura esta labor de gastarruedas que me ha encomendado Continental. Casi tanto como la vida del motero. Ardua, pero placentera.
Para ser un probador guay uno se impone unas obligaciones: que si pruébalos con lluvia, que si con calor, que si en carretera buena, que si en pistas, que si en un secarral, que si en un barrizal… es dura la labor de gastarruedas. Aunque mola, eso sí.








La primera vez que vi los conti road attack 2 estuve seguro. Seguro de que se habían confundido con el envío. –Oiga, que yo soy McBauman, el que se mete en todos los “fregaos” y con estas ruedas tan asfálticas no voy a poder!!! (pensé)
Pero como de todo hay que probar en la vida al menos una vez, los probé.




Y me fui a recorrer Portugal de norte a sur con mis amigos. Nieve, buen asfalto, lluvia, calor, pistas de tierra dura y la fina arena del Rocío me convencieron de que el límite de este neumático no lo iba a encontrar yo tan fácilmente. Si es que lo fuera a encontrar. Ni un mal gesto, salvo en la arena, claro, donde no reaccionó peor que los neumáticos mucho menos asfálticos de mis compañeros. 
Cosas veredes, amigo Sancho, cosas veredes.



Así las cosas, me fui a chulear de ruedas hasta la reunión de grandes viajeros de Albacete. Todo tipo de curvas y asfalto yendo hacia allí confirmaron que estos neumáticos se agarran en las curvas como muy pocos y dan seguridad en las frenadas como ninguno. Y como había que volver, volví. Rodeado de viajeros con un curriculum tan extenso que no cabría en mil mapamundis. Y nos metimos en una pista tan divertida como nosotros. Larga, muy larga. Y las gomas volvieron a estar a la altura de las otras, en principio más idóneas para abandonar el negro asfalto. 
Por poner un pero, diré que me perdí, aunque tampoco le voy a echar la culpa de eso a las conti.




Y como en barro, lo que se dice barro, no las había probado, me fui con Juan a Castro Urdiales. Él llevaba unos neumáticos de tacos de otra marca. Yo los road attack 2. Tras un científico análisis pudimos observar que las dos manchan lo mismo.



Y así he comprobado que los conti van en asfalto mejor que ninguno y fuera de él no envidian a otros (si uno no está yendo a buscar los límites, por supuesto). Al delantero todavía le quedan muchos kilómetros, aunque el trasero está entregando sus últimos coletazos. Funcionan como el primer día, pero está claro que el desgaste es inevitable si se cuenta con una goma blanda que se agarra como una lapa de las que se agarran mucho.


Y ahora, que han transcurrido más de 9000 kilómetros estoy seguro. Seguro de que yo, McBauman, el de los “fregaos”, me volveré a meter en muchos más.
Con otros conti road attack 2. Claro.


martes, 12 de junio de 2012

De las ilusiones y los sueños








Fabián salió un día a dar una vuelta en moto y volvió después de dos años. Justo el mismo día en el que a Santiago Herrero le dedicaban una plaza en Baracaldo. Los dos se fueron con sus monturas en pos de hacer realidad sus sueños e ilusiones. Empujados por el infalible “Síndrome de la Gacela”. Uno volvió y otro forjó una leyenda. 
Con seguridad ambos eran conscientes de que arriesgaban sus vidas, pero prefirieron no vivir con la incertidumbre de qué hubiera pasado si hubieran ido. Por eso fueron. Para vivirlo.



Si Santiago Herrero siguiera cumpliendo sus sueños en la Isla de Man actualmente, estoy convencido de que lo haría luciendo el logo de Salami. Juan hubiera insistido (porque es su sueño y porque no es lo mismo patrocinar que ilusionar) y él hubiera conseguido que el Salami corriera a velocidad de vértigo por el islote. Fijo. 
Al menos eso es lo que ha conseguido Antonio Maeso. El valiente almeriense se ha metido entre pecho y espalda una encrucijada del copón. Es el estandarte del motociclismo español en el Tourist Trophy. ¡Cómo vuela el condenado!. Cualquier año de estos descorchará una botella desde lo más alto del pódium. Porque es su máxima ilusión. El talento y la valentía harán el resto.



El mismo fin de semana en que había vuelto el silencio a la isla de Man, en que volvía Fabián de dar una vuelta y en que a Herrero le ofrecían  su merecida plaza, Juan y yo compartíamos charco. Cuando lo hacemos, los dos nos olvidamos del macho alfa que llevamos dentro. Mientras uno empuja explicando que es mejor salir despacio, el otro da gas y consigue una lluvia de barro y risas mientras los buitres nos sobrevuelan. No siempre le da a uno la risa en esos momentos. Formamos un buen equipo. Sin duda.





Y entre barro y risas comentábamos algunos sueños. Uno de ellos nos hace mucha ilusión. Tal vez, pronto, se haga realidad. 
Ojalá.







miércoles, 6 de junio de 2012

La carretera del café





Hace algunos años, cuando todavía dábamos pedaladas con relativa agilidad, algunos viernes íbamos por aquella carretera que bordea la costa entre pinos, eucaliptos y acantilados. El Cantábrico, casi siempre enfurecido y las montañas, viejas y cansadas de soportar las inclemencias meteorológicas, eran testigos de excepción de cómo subíamos y bajábamos por los cientos de repechos esculpidos por el asfalto sobre la cornisa que se asomaba al mar. Y cuando llegábamos al puerto de Lequeitio, con nuestra indumentaria ciclista, mientras departíamos sobre el bien y el mal, nos tomábamos un cafelito que , con el aroma de la amistad, nos sabía a gloria.

















Cuando el viernes pasado escuché rugir el motor de la Triumph Explorer en La Motocicleta, concesionario de la marca en Bilbao, la carretera del café apareció, como  por arte de magia, en sus retrovisores. Y allí estaba yo, con una sonrisa de oreja a oreja, entre pinos, eucaliptos y acantilados. La primavera nos acompañaba en este viaje.






El muy potente motor tricilíndrico empujaba con deliciosa finura mientas interpretaba una maravillosa banda sonora. Ajustados acelerones, potentes frenadas, curvas rápidas, curvas lentas… y la moto siempre en su sitio, con un aplomo impresionante y con una protección aerodinámica sobresaliente.







Todos los que me conocen saben que yo de motos entiendo poco. Distingo una que me vale de otra que no me valga, eso sí. Para lo demás, lamentablemente, no tengo sensibilidad. Por eso no puedo contarte nada de lo bien que funciona el cambio, de la suavidad del cardan, de la fuerza del tubo de escape, de cómo iluminan los faros, de lo fácil que va cuando termina el asfalto, de lo relajado que es el control de crucero, de las suspensiones o de otro montón de cosas  molonas y maravillosas con las que va equipada.
Pero si quieres saber mi opinión sobre la moto, te diré que no me gustó... 
¡Me encandiló!

Quién sabe si dentro de poco tiempo, mi compañera habitual de curvas no tenga acento de Hinckley...


Pero yo he venido aquí a escribir sobre la carretera del café, por si no te habías dado cuenta del título, y te digo yo, que aquel café que tomé en el puerto la semana pasada, mientras los curiosos observaban las potentes curvas de la Explorer, me supo a gloria...